hay veces en las que quiero culparte,
de todas las desgracias
de no saberme convertir en nube
en pájaro
o en árbol
de haberme hecho
para no ser querida
y continuar la maldición de la estirpe.
madre,
nunca fuiste un hogar
sino quien ató mis moléculas
con la tristeza más pura
para luego contemplarme con extrañeza.
madre,
tú no sabes nada
pero tu ceño fruncido es suficiente
y te quejas de no poderte ir
incluso frente a la puerta abierta.
madre,
de ti aprendí que el amor
es un golpe en la garganta
me coronaste
y me diste un altar para escuchar tus lamentos
me hiciste de carencias y culpas
mi corazón una granada en el pecho.
ya no.
-madre, paula barona
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